Adolescentes conectados, pero aislados y deprimidos: los alarmantes datos de salud mental adolescente

Un nuevo informe de Fundar evidencia la problemática en salud mental de los adolescentes y la carencia de políticas públicas para que la situación mejore.

La paradoja de la hiperconectividad se ve cada vez más reflejada en el deterioro de la salud mental de distintas poblaciones a nivel global, siendo la población adolescente una de las más afectadas. En la actualidad, millones de personas, sin importar la edad, poseemos un celular que, a su vez, contiene aplicaciones y cuenta con un servicio de internet, lo que nos da la posibilidad de conectarnos con cualquier persona a la distancia, así como acceder en cuestión de segundos a un sinfín de información. Estos puntos suelen considerarse ventajas de la evolución de la comunicación digital. Sin embargo, al mismo tiempo, ocurren otra serie de desventajas que los especialistas no se cansan de alertar: cada vez son más los adolescentes que presentan problemáticas de salud mental, siendo la soledad -aquí la paradoja-, la ansiedad y la depresión las principales.
Un reciente informe de la organización Fundar, titulado “ Adolescencias y salud mental: brechas y tensiones en las políticas públicas” reveló que los adolescentes -población definida en el estudio como el grupo etario de entre 10 y 19 años- muestran un deterioro sostenido en salud mental, con signos de agravamiento desde la pandemia de Covid-19. En el documento, que lleva la firma de los investigadores Fernando Zingman y Laura Poverene, se advierte que “la disponibilidad de las personas adultas cuidadoras para brindar apoyo emocional ante dichas afectaciones resulta insuficiente”, por lo que aseguran que hacen falta políticas públicas para poder acompañar a esta población.

Asimismo, el informe señala fallas estructurales en el sistema de atención de salud mental en el sector público y privado. En este punto, sentencian que la brecha entre la necesidad de recibir atención psicológica y la capacidad del sistema sanitario es cada vez mayor, lo que empeora al analizar la problemática en un marco de desigualdad social, precariedad económica y aumento de violencias.

Un escenario crítico: aumento de los trastornos y falta de respuesta adecuada
Según el informe, la salud mental en la población adolescente del país atraviesa una situación de crisis, con una prevalencia creciente de problemas como ansiedad, depresión y conductas autolesivas. En distintos grupos focales realizados en el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), Resistencia y Mendoza -estudiados por los investigadores de Fundar- “se logró una aproximación cualitativa a sus propias percepciones sobre los problemas de salud mental más frecuentes en los adolescentes.
Uno de los principales hallazgos es que el 24% de los adolescentes de entre 13 y 17 años manifestó haber experimentado síntomas de ansiedad o depresión en el último año. En el caso de las adolescentes mujeres, ese porcentaje se eleva al 32%. Además, el informe señala que el 14% de los adolescentes declaró haber tenido pensamientos suicidas y el 6%, intentos de suicidio, de acuerdo con los datos citados de la Encuesta Nacional de Salud Mental y Adicciones 2022 y otros estudios académicos.
 
Además, en menor proporción, hubo adolescentes que declararon haber experimentado trastornos de la conducta alimentaria, mientras que otros “mencionaron su preocupación por el uso problemático de alcohol y el consumo excesivo de redes sociales, así como reportaron dificultades en el sueño y sentimientos de soledad”, lo cual podría estar vinculado con los efectos negativos del uso de pantallas y redes sociales en el bienestar adolescente.

 
Shutterstock
Las redes sociales y la salud mental adolescente
En el estudio, los expertos determinaron que los contenidos digitales que circulan en las redes sociales influirían en la apropiación que hacen los adolescentes de las etiquetas psicopatológicas. “En los grupos focales se identificaron los modos en que los discursos sociales sobre la salud mental, que circulan en espacios analógicos y digitales frecuentados por adolescentes, influyen en sus propias ideas sobre este concepto”, reza el estudio, y profundiza: “La popularización de los diagnósticos de salud mental moldea los modos en los que las personas reinterpretan sus vivencias, emociones y comportamientos, y llegan a identificarse con aquellas etiquetas aunque previamente no hubieran percibido sus síntomas de esa manera”.

No obstante, en el informe advierten que esta tendencia entre los adolescentes podría ser peligrosa por el hecho de que “la internalización de etiquetas podría generar comportamientos acordes a ellas y estigmatización, lo que impacta negativamente en la salud mental de la persona”, así como “intensificar la sintomatología, operar como una profecía autocumplida y exacerbar el malestar” (Foulkes y Andrews, 2023).

Al respecto, los profesionales expresaron que, pese a que no es posible controlar la exposición de los adolescentes a ciertos contenidos del entorno digital, es ideal fomentar espacios de mediación, cuestionamientos y reflexión crítica sobre la información que consumen a diario. Asimismo, recomiendan que los padres y adultos de su entorno practiquen la escucha activa, para poder identificar cualquier anomalía en el estado de ánimo y comportamiento de los adolescentes.

“En los grupos focales se apeló a la participación de adolescentes en actividades artísticas y deportivas como estrategias de cuidado en salud mental. Estas tienen el potencial de contribuir al desarrollo integral de su identidad, fortalecer los lazos sociales que conforman redes de apoyo y reforzar tanto el sentido de pertenencia como la integración social. Además, las expresiones artísticas brindan un espacio seguro para procesar y simbolizar emociones, mientras que el deporte no solo mejora la condición física, sino que también puede contribuir a la regulación emocional”, subrayaron.

Barreras estructurales y fragmentación del sistema
El informe destaca la fragmentación del sistema de salud argentino como uno de los principales obstáculos. Las responsabilidades están divididas entre la Nación, las provincias, el subsector privado y las obras sociales. De acuerdo con la observación de los profesionales de Fundar, esta distribución dificulta la planificación de políticas integrales y genera desigualdades territoriales marcadas.

Otra de las limitaciones en el sistema de atención de salud mental adolescente en el país es la persistencia de “la falta de datos actualizados y exhaustivos”. “En la Argentina, la investigación sobre salud mental se ha centrado tradicionalmente en la población adulta, más que en otros grupos. Este manto de opacidad dificulta la reorganización y el fortalecimiento de las condiciones de cuidado y de las estrategias de autocuidado de las y los adolescentes, lo cual limita su protagonismo en sus propios procesos de bienestar”, ratificaron.

Asimismo, el informe subraya que el número de profesionales especializados en salud mental infantil y adolescente es insuficiente. De acuerdo con el relevamiento, en 15 de las 24 jurisdicciones del país no existe personal capacitado de forma específica para atender a este grupo etario dentro del sistema público.

Las diferencias en la oferta de atención en salud mental entre las jurisdicciones también se ven expuestas en el informe. Por ejemplo, mientras en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires hay un psicólogo cada 1.200 adolescentes, en Formosa esa relación asciende a un profesional cada 14.000. Las provincias del NOA y NEA son las más desfavorecidas. En este sentido, apenas el 8% de quienes manifestaron síntomas recibió atención psicológica o psiquiátrica en el sistema público de salud. En regiones del norte del país, esa cifra desciende al 3%.

En paralelo, Fundar identificó que la mayoría de los centros de atención primaria no cuenta con equipos interdisciplinarios, ni con protocolos para la detección temprana de trastornos mentales. Esto generaría una fuerte dependencia de los hospitales generales o servicios especializados, a los que muchas veces los adolescentes no pueden acceder por barreras geográficas o burocráticas.

“La histórica falta de inversión y la ausencia de medidas de promoción, prevención y atención en salud mental han contribuido a las deficiencias en materia de la salud mental de niños, niñas y adolescentes. Un desafío identificado en la salud pública es reducir la brecha en la atención de las necesidades de salud mental de este grupo, que suele enfrentar barreras de acceso a servicios, limitaciones económicas, procesos de estigmatización y dificultades para compartir sus preocupaciones personales y solicitar ayuda profesión”, enfatizaron.